La Brevedad de la Vida

El tiempo pasa veloz, y ya estamos a punto de finalizar el mes de Octubre; un mes complejo, marcado por la adaptación y la vuelta a lo cotidiano. No obstante, también es cierto que nos gusta encontrarnos con esos amigos del trabajo o la escuela, esas personas con las que hemos pasado tanto tiempo, con las que nos hemos desahogado y a las que hemos confiado nuestros sinsabores y alegrías…

El día 1 de Noviembre celebramos la Festividad de Todos los Santos, y por ello creo que es un buen momento para reflexionar sobre la vida, sobre la brevedad de nuestro peregrinar terreno.

Analicemos por un momento, aunque parezca macabro, algunos elementos que acompañan a la muerte de un ser querido. El primero de ellos es el color negro, “el ponerse de luto”, algo que todavía se conserva en muchos lugares de nuestro país. Ese color nos recuerda la tristeza y el dolor de haber perdido un ser querido. El tañido de las campanas se vuelve frío y triste, nos sumerge en una profunda melancolía. Otro dato significativo es el velatorio del difunto y lo que conocemos como “pésame”, que es la manifestación de aprecio y estima hacia la familia.

En mi pueblo (Baltanás, Palencia) existía una tradición muy curiosa, propia de la noche de las Ánimas, ya que a lo largo de varias horas, los monaguillos tocaban a muerto. Ese tañido, ese “tam-tam” triste y melancólico era muy penetrante. Esta tradición de antaño, ha quedado en el recuerdo de los más mayores. Hasta hace unos años -es algo que he hecho en numerosas ocasiones-, unas horas antes del funeral se “hacía la señal” para avisar de que algún miembro de la Comunidad había fallecido, para que así todos los vecinos pudieran enterase y acudir a despedir a ese pariente, a ese amigo, a ese vecino.

En estos días, y especialmente durante el mes de Noviembre, se suceden las visitas a los Cementerios. Nuestra gente lleva flores, símbolo de Primavera, de Resurrección. La flor nos recuerda la frescura, el renacer a la Vida con mayúscula. Siempre he oído a nuestros mayores, especialmente a mi abuela Evelia, aquello de “una flor se marchita, una lágrima se evapora y una Oración llega al Cielo”. Tengamos presente esto, ya que es un dicho popular que debe hacernos pensar y reflexionar sobre nuestro actuar. Y también me parece sorprendente la plegaria de muchos mayores: “Señor, dame poco mal y buena muerte”. Esta súplica nos muestra el temor que todos tenemos a la agonía lenta y al sufrimiento. Y quiero recordar unas palabras que siempre me repetía mi abuela Juliana: “rezo también por los pobres difuntos que no tienen a nadie que les rece, por aquellas almas que están olvidadas”. Son días intensos para recordar con agradecimiento a los que ya no están con nosotros, a los que han partido de este peregrinar terreno,… Sabemos que el recuerdo de los nuestros está siempre presente, pero de alguna manera se exterioriza más en estas fechas, que son un buen momento para recordar, pasar por el corazón, todas esos momentos y vivencias compartidos,… Ciertamente «el agradecimiento es la memoria del corazón».

En estos días, recobra especial relevancia el insigne poeta palentino Jorge Manrique, que en sus Coplas hace una reflexión sobre la brevedad de la vida y la fugalidad de los bienes materiales. Ante todo esto hemos de preguntarnos si, en el día a día, nos estamos preparando para la muerte. Es difícil, pero hemos de concienciarnos de que este paso definitivo también llegará a nosotros…

«Plántale cara al hambre. Siembra»

El último fin de semana de Octubre, desde hace varios años, tengo la oportunidad de participar en las Jornadas Nacionales de Formación de Manos Unidas en El Escorial. Un fin de semana intenso en el que compartimos experiencias, nos contagiamos de ilusión para seguir luchando contra el hambre, aprendemos a ver, juzgar y actuar… La verdad es que llama la atención el trabajo que los numerosos voluntarios realizan en cada una de las 71 Delegaciones que conforman el mapa de Manos Unidas en España. Sorprende el ingenio para organizar distintas actividades durante todo el año con el fin de sensibilizar a la población española y recaudar fondos para aquellos que viven en situación de pobreza y miseria en los países en vías de desarrollo. ¡Cuánta gente entregada, en cuerpo y alma, que dedica su tiempo y sus recursos en esa lucha contra el hambre!

Es verdad que después de 56 Campañas Contra el Hambre organizadas en el seno de Manos Unidas se han dado pasos importantes en el desarrollo de los pueblos, pero también es cierto que aún hoy hay más de 800 millones de personas en el mundo que padecen hambre crónica, según los datos aportados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 2014. Una paradoja si tenemos en cuenta que cada año se desaprovechan en el mundo más de 1.300 millones de toneladas de alimentos, es decir, 1/3 de la producción mundial. Y España nos es ajena a este hecho, pues desperdiciamos alrededor del 18% de los alimentos que compramos, lo que equivale a 2’9 millones de toneladas al año por valor de 11.000 millones de euros. El Papa Francisco en su visita a la sede la FAO en Roma en 2014 retomó la idea lanzada por Juan Pablo II sobre «la paradoja de la abundacia», indicando que «hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”. Ciertamente «cuando unos hermanos pasan hambre es porque otros se están atiborrando».

Por este motivo, Manos Unidas trabajará en los próximos tres años para disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta. Bajo el lema, «Plántale cara al hambre. Siembra», Manos Unidas iniciará una nueva Campaña Contra el Hambre en 2016, con el fin de que nos esforcemos en la siembra de capacidades, responsabilidad de los Estados, cooperación entre los Estados, solidaridad, fraternidad, justicia, paz, educación,… Una nueva oportunidad para apuntarnos en la lucha contra el hambre y la pobreza, en un año especialmente dedicado a la Misericordia, que nos recuerda la tarea de «dar de comer al hambriento». Es verdad que en nuestro entorno más cercano también tenemos necesidades, pero gracias a Dios contamos con herramientas que nos permiten combatir esas situaciones dolorosas. Aquí no se muere la gente de hambre, algo que es el «pan nuestro de cada día» en los llamados países de «Tercer Mundo».

Es verdad que no está en nuestras manos propiciar un cambio del mundo, pero sí que podemos contribuir a ello con pequeños gestos, sembrando esperanza en nuestros hermanos de camino. El testimonio de las personas que han realizado el viaje de formación a Madagascar, la India y Paraguay son un claro ejemplo del eco que tiene nuestro trabajo aquí, de lo que supone para las vidas de miles de personas que son tratadas, en muchos casos, como meros objetos que se comercializan con distintos fines. Algo que no puede ni debe dejarnos indiferentes.

Días intensos para «cargar» nuestras pilas y afrontar una nueva Campaña Contra el Hambre que es un punto y seguido en el trabajo constante que hacemos en nuestros respectivos pueblos y ciudades. Días de compartir, de ilusiones renovadas, de trabajo intenso… con un claro objetivo: Luchar Contra el Hambre.

Por un momento, te pido que pienses, que pensemos, en cómo es nuestro estilo de vida, en cómo aprovechamos los alimentos que compramos, en cómo es nuestro consumo… Una reflexión que nos hace caer en la cuenta de muchas cosas y que, probablemente, nos lleve a un cambio en nuestro estilo de vida. Cuidemos los pequeños detalles y gestos, sembremos esperanza en la vida de tantos hombres y mujeres que aún hoy se mueren de hambre. «Luchamos contra la pobreza, ¿te apuntas?».

 

Sobre la Amistad…

Hace unos días tuve un encuentro con un grupo de amigos con los que, en una determinada época de mi vida, compartí muchos y buenos momentos. Solemos vernos con cierta frecuencia y hacemos un esfuerzo por ello, porque sabemos que la propia inercia de la vida a veces dificulta estos encuentros. En ocasiones, también mantenemos cierta comunicación, no la que debiéramos, a pesar de que se supone que «estamos más conectados y comunicados que nunca».

Fue una cena entrañable, pero reconozco que me dejó un sabor agridulce. Durante la velada, varios amigos comentaron algunos de los hechos por los que han pasado recientemente o que están viviendo en estos momentos, marcados muchas veces por experiencias dolorosas de muerte y enfermedad. Reconozco que me quedé sin palabras, pues lo cierto es que desconocía muchas de esas noticias que han sucedido en un intervalo relativamente corto de tiempo. Y a veces, por no incomodar o preocupar al prójimo, optamos por llevar estas dolencias en silencio, dejándolas para nosotros. Lógicamente se une a que, la propia vida, en ocasiones nos hace obviar que esto puede estar pasando a nuestro alrededor y nos conviene deternenos por unos instantes para tender la mano a los que caminan a nuestro lado.

Reconozco que el viaje de regreso a mi casa fue doloroso y que me costó conciliar el sueño, pues pensé largo y tendido en cada uno de mis amigos, en las situaciones por las que están pasando y la manera en la que puedo ayudarles. Como católico, creo que la oración es un modo de estar unidos, pero creo que hay que dar un paso más y acompañar, desde el silencio y la cercanía, a estas personas. Estar atentos a sus necesidades, tenderles la mano para que siempre que lo necesiten puedan agarrarse a ella. A veces es bueno ofrecerse y exteriorizar aún más la amistad, aunque sepan que siempre pueden contar con nosotros.

Y la noche me llevó a pensar en tantas personas como se cruzan en nuestro camino, en nuestras vidas… Personas que vienen y van, personas que permanecen siempre nuestro lado, personas con las que compartimos nuestro caminar de cada día… En ocasiones, por pereza o por el ritmo acelerado de la vida, nos olvidamos de caminar a su lado, apareciendo únicamente en momentos estelares. Tal vez debemos hacer un ejercicio profundo de reflexión, pensando en cómo es nuestra relación con las personas que tenemos a nuestro lado, con nuestros familiares y amigos,… Desde hace unos días, resuenan en mi corazón algunas preguntas que me hago y que os invito a pensar: ¿A quién consideramos amigos de verdad? ¿Cómo cuidamos esas amistades? ¿Son reales o interesadas? ¿Nos conformamos con una visita de cortesía de vez en cuando? ¿Es posible mantener viva la amistad con un simple «WhatsApp»? ¿Me preocupo de quedar con la gente que me importa o me acomodo a alguno de los planes que se organizan de vez en cuando, casi siempre por las mismas personas? Por todos es conocida la frase «a ver si nos tomamos algo», fruto de un encuentro esporádico, a sabiendas que ese momento no llegará. Éstas y otras muchas cuestiones rondan en mi cabeza y en mi corazón y sigo dándolas vueltas, intentando ver cómo puedo cuidar mejor las amistades que de verdad me importan, analizando otras relaciones que se van diluyendo en el camino,… Ya sabemos que «quien tiene un amigo tiene un tesoro» y esto se hace realidad, de manera especial, en momentos intensos de gozo y dolor, porque el verdadero amigo debe estar «a las duras y a las maduras».

Volverán las oscuras golondrinas…

Así decía aquél poeta, y así es la realidad. Con la caída de las hojas y la llegada del Otoño, muchas aves “hacen la maleta” y se despiden hasta la Primavera. Las calles enmudecen, el frío se acerca y la soledad invade y anida muchos de nuestros hogares y pueblos.

Valga el ejemplo de las golondrinas para entender la actitud de muchas gentes de nuestros pueblos. La época estival es muy atrayente para aquellas personas que, por diversos motivos, tuvieron que abandonar sus respectivos lugares de origen para salir a la ciudad en busca de trabajo. Estos hombres y mujeres, una vez que ya han cumplido con sus años de trabajo, deciden acudir a los pueblos en busca de descanso y sosiego, de paz y tranquilidad. Y estos sentimientos, aliñados con lo cotidiano, devuelven unos años de vida a estas gentes. Son momentos de recuerdos, de diálogos y añoranzas… El encuentro con otras gentes, el ir y venir de familiares y amigos, las reuniones y encuentros diversos, el tiempo de ocio y cultura… No sé, se suceden múltiples factores que hacen especial la estancia de nuestros paisanos.

Pero la inminente llegada del Invierno y todo lo que eso conlleva, nos introduce en un mundo distinto, en un ambiente muy diferente al vivido en los meses veraniegos. La vuelta a lo cotidiano, desde los estudiantes hasta los trabajadores, pasando por un sin fin de profesionales, nos devuelve a la normalidad; pero en ocasiones esa “normalidad” nos desagrada, pues también los pueblos se quedan vacíos.

Habrá que esperar la llegada de las golondrinas para que vuelva la “vida” a tantos pueblos de nuestra geografía. Con estas aves llegarán también nuestros paisanos, después de unos meses de trabajo, cotidianidad, esfuerzo y, por qué no, añoranza a las tierras natales. Nos consuela aquello de que “volverán las oscuras golondrinas…”.

Ante el Día de la Hispanidad…

El 12 de Octubre celebramos la festividad de la Virgen del Pilar, Patrona del Cuerpo de Correos, de la Guardia Civil y de España. Es el Día de la Hispanidad, de todos aquellos pueblos que conservan su memoria histórica entorno a España. Recordemos que este mismo día, Cristóbal Colón descubrió América, allá por 1492.

Pienso que esta jornada debe ser muy significativa para nosotros, pues celebramos nuestro hermanamiento con tantos hermanos de habla hispana de los distintos rincones del planeta. Nuestro país, en la actualidad, se ha convertido en receptor de emigrantes. Años atrás tocó a nuestras gentes marchar de sus tierras en busca de pan y trabajo; hoy acogemos a otras personas que viven una situación parecida.

En ocasiones, demostramos una actitud un tanto intolerante, de rechazo y no acercamiento a estas gentes. Creo que hemos de dejar a un lado estos prejuicios para integrar a estos nuevos paisanos. No hemos de juzgar un hecho aislado de manera global, porque de este modo estamos generalizando una actitud. Lo importante es que nos fijemos en los detalles concretos de estas personas, en esa etiqueta que caracteriza y define a estas gentes.

Mi deseo en este día es que rompamos de una vez por todas esos prejuicios y comentarios, con el fin de crear una convivencia fraterna y universal entre todos estos pueblos. Demostremos con nuestra propia vida que somos personas civilizadas, capaces de crear la “nueva civilización del amor”.

Cena Contra el Hambre…

Hace unas horas he participado en la tradicional Cena Contra el Hambre que celebramos cada año en Baltanás organizada por el Grupo de Voluntarios de la ONGD Manos Unidas. Más de un centenar de vecinos de distintos pueblos del Cerrato nos hemos dado cita entorno a la mesa para aportar nuestro granito de arena en la construcción de un mundo más justo y más humano. Ciertamente la vida nos ofrece momentos muy especiales para adentrarnos en el corazón de las gentes, en la bondad de sus acciones…

Y es que esta cena es muy especial, pues todos los productos son donados por empresas y familias de la localidad, por lo que el dinero recaudado se destina íntegramente a una buena causa. Además, son numerosas las personas que se implican en los preparativos, en el servicio de la cena, en la recogida… Son «héroes anónimos», cuyo testimonio de vida es un verdadero estímulo para trabajar por un mundo mejor. Como colofón, una velada musical amenizada por la Banda de Música Comarcal de la Asociación Cultural Juvenil Baltanasiega y varios integrantes del Coro Parroquial ‘Virgen de Revilla’.

¡Cuántas oportunidades nos ofrece la vida para colaborar con esas personas que más necesitan de nuestra ayuda, aquí y allá…! Ojalá seamos conscientes de las necesidades de nuestro mundo y podamos aportar nuestro granito de arena para hacer un poco más felices a los que peor lo están pasando… No me vale eso de que quizás no llegan nuestros donativos, lo importante es vivir en actitud de servicio y entrega, pensando en que nuestra acción es buena, porque hay muchos cauces para saber que así es.

En estos días en los que nos vamos aproximando a la Navidad, -esas fechas en las que el mundo parece que revive los sentimientos más solidarios-, sería bueno que reflexionáramos sobre nuestro compromiso con el hambre, la pobreza, la desigualdad,… Ojalá entre todos nos empeñemos en construir esa verdadera civilización de la paz y el amor. Porque «combatir el hambre es proyecto de todos».

Con la llegada del Otoño, “de Lagares”

En la actualidad, la expresión «de lagares» va perdiendo su sentido original; porque ya casi no podemos decir que estamos de vendimias, pues la superficie destinada a viñedos ha disminuido notablemente en nuestros pueblos. Los pocos majuelos y viñedos que quedan, -en su mayoría-, sirven para alimento de pájaros, que no dejan más que el rampojo.

En muchos pueblos de Castilla, la vendimia congrega a numerosas personas. Familias al completo, así como amigos, se reúnen con el fin de elaborar un buen vino, de forma artesanal, para autoconsumo.

Lo importante es que el mosto fermente y así salga un buen vino. Sí, ese vino que se conservará en las bodegas y que luego será el justificante para tertulias, almuerzos y meriendas en bodegas y merenderos.

Desde estas sencillas líneas quiero recordar a todas aquellas personas que siguen conservando y cuidando con mucho esmero los majuelos. Nuestros mayores, principalmente, se encargan de esta tarea. Allí, pasan horas y horas mimando cada una de sus cepas. Para ellos es un entretenimiento, un vivir y recordar lo que en su día hicieron las generaciones pasadas.

Sí, estos «hombres de campo» hablan con mucha ilusión de los frutos obtenidos, de las uvas que harán posible el buen vino de la amistad. Para esta gente, el majuelo es una de sus mejores herencias, uno de los mayores regalos que les ha podido dar Dios.

Recuerdo con mucha emoción aquella frase que un día escribió mi abuelo Cándido en una de las paredes de la bodega: «El tiempo pasa, la vida es corta, aprovecha esta ocasión por si acaso no hay otra». A Él le quiero dedicar hoy estas sencillas palabras, ya que trabajó con mucho esmero e ilusión en la bodega familiar.

En nuestras manos está el poder continuar con este ambiente festivo, con esta tradición. Valoremos de corazón este tipo de herencias que nos han dejado nuestras gentes, pues en ellas se funde el vivo sentir de nuestros pueblos y ciudades. Quizás algún día, al acostarnos, podamos decir: «Estoy feliz y cansado, ya que mi trabajo en la viña ha dado su fruto». Que cada uno mire en su vida aquello por lo que desea trabajar y luchar. Y es que nosotros, «somos la Vid que debe dar fruto abundante».

Festividad de la Virgen del Rosario

7 de Octubre: Fiesta de la Virgen del Rosario.

Hoy quiero dedicar estas sencillas palabras a tantas personas que se han cruzado en mi vida y me han ayudado a acercarme a la Virgen María, a descubrir en Ella a nuestra Madre del Cielo, a esa Mujer que aceptó la voluntad de Dios en Su vida y que nos acerca a Su Hijo. La mayoría de estas personas son gente sencilla, que han pasado muchas horas rezando el Rosario, desgastando cada una de las cuentas, ofreciendo cada Ave María por tantas personas conocidas y desconocidas, por los de cerca y los de lejos, por los que sufren la guerra y los que necesitan la paz en su corazón, por los pobres de bienes materiales y espirituales, por los consagrados a Dios y por los políticos, por los trabajadores y los que buscan empleo, por los vivos y por los difuntos, por tantos y tantos motivos cómo tenían en sus corazones… Un gesto de generosidad al recordar, pasar por el corazón, las necesidades de los hermanos de camino. ¡Cuántos desvelos y cuántos Rosarios! Y recuerdo a un grupo de mujeres que eran verdaderos apóstoles de la devoción a la Virgen del Rosario en mi pueblo; una devoción que tuve la suerte de compartir, aprendiendo a querer a la Virgen con las vivencias de cada una de esas personas.

Esas vivencias han calado hondo en mi corazón. ¡Cuántos recuerdos, cuántas confidencias compartidas, cuántas vivencias junto al Rosario! Mantengo muy viva la memoria de muchas personas que ya han partido a la Casa del Padre, ¡cuánto aprendí con ellas y de ellas! Ahora seguimos unidos de otra manera, a través del recuerdo, de la oración, de ese camino que me van iluminando…

Contemplar los misterios del Santo Rosario es profundizar en los misterios de la propia vida. Una vida marcada por experiencias dolorosas, gozosas, gloriosas, con ese resplandor luminoso que alumbra nuestros pasos… Pedir a la Virgen que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte es encomendarnos a Su Protección, ponernos bajo Su manto.

Esta fiesta es un motivo para dar gracias a Dios, por intercesión de la Virgen del Rosario, por esas personas que desgastan su vida por los demás, que ofrecen sus oraciones y plegarias por cada uno de nosotros. Gracias a esa gente sencilla que ha transmitido la fe de generación en generación; gracias a los consagrados que nos ayudan a vivir nuestra fe según el Evangelio, gracias a esos hombres y mujeres piadosos que pasan las cuentas del Rosario ofreciéndolas por nuestro mundo, nuestra patria, nuestras realidades cotidianas. Virgen del Rosario, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.

Tiempo de Gracias…

El 5 de Octubre la Iglesia celebra las Témporas de Acción de Gracias y de Petición, siguiendo una antigua tradición muy ligada a nuestro mundo rural. En España se celebra en esta fecha, una vez finalizado el tiempo de Verano, ese tiempo de recolección de los frutos y también del descanso, a la vez que se inicia un nuevo curso, una nueva etapa. Por eso esta celebración varía en los países en función de sus estaciones. «Las Témporas -dice el Misal- son días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual».

Hoy me gustaría reflexionar sobre el valor de la acción de gracias. Varios pensadores, con los que me identifico plenamente, señalan que «el agradecimiento es la memoria del corazón». ¡Cuántos motivos tenemos en nuestro día a día para dar gracias, cuántas personas con las que ser agradecidos!. Y es que, cada día, encontramos a personas y entidades que trabajan para hacernos la vida más agradable, aunque a veces no caigamos en la cuenta de ello. Sería complicado enumerar a todas y podríamos caer en el olvido de algún oficio y profesión, pero basta pensar en nuestro día a día para descubrir a cantidad de personas que nos hacen más fácil la vida. Y lo mismo sucede con todas esas personas, colectivos y entidades que intentan colaborar en la construcción de un mundo mejor, de la nueva civilización del amor. Trabajan de manera altruista por nuestros pueblos y comunidades, por mantenerlos vivos, por mejorar su entorno, por ofrecernos unos servicios de calidad, por abrirnos los ojos a otras realidades del mundo, por despertar esa chispa de solidaridad hacia los que más lo necesitan…

Nuestra tradición rural ha entendido muy bien la importancia de dar gracias al Creador por las cosechas y la recolección de frutos en estas fechas, a la vez que Le encomiendan todos los esfuerzos, trabajos y desvelos de los próximos meses. Precisamente nos encontramos en plena vendimia y recolección de los distintos frutos de nuestros árboles y huertos, preparando también el terreno para la próxima sementera. A ello se une el comienzo del curso académico y de diversas actividades, lo que nos proporciona un crecimiento íntegro. Nos movemos en lo cotidiano de la vida, que también nos ofrece numerosas oportunidades para realizarnos personalmente, para construir nuevos horizontes, para caminar por nuevas sendas, para ser agradecidos… Ya llegará el tiempo del merecido descanso y de la recolección de frutos.

Confío en que en esta jornada podamos dar gracias al Creador por la vida, por la familia, por los amigos, por la Iglesia, por tantos momentos y tantas cosas que marcan nuestro propio caminar… Un día para dar gracias también a las personas cercanas, a aquellos que nos hacen más agradable la vida, que nos ayudan en nuestro caminar diario. No se trata de grandes hazañas, basta con un simple gesto en forma de sonrisa, abrazo, apretón de manos,… para mostrar nuestra gratitud.

Encontramos numerosas manifestaciones musicales que dan gracias al Creador, a la vida, a las personas. Hoy queremos despedir esta sencilla reflexión con un clásico chileno compuesto por Violeta Parra en 1966 -‘Gracias a la vida’- y que se ha convertido en un ‘himno humanista’ con carácter universal:

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día, grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abedecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
Madre, amigo, hermano y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano;
cuando miro al bueno tan lejos del malo,
cuando miro al fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.

Una Nueva Aventura…

Parece que fue ayer y ya han pasado varios años desde que comencé la aventura de estudiar Periodismo. Una carrera muy gratificante para algunos, un tanto menospreciada para otros y quizás indiferente para el resto. Sea como fuere, lo importante es el esfuerzo que cada uno realiza en su propia vida por aprender, por caminar con paso firme en el día a día,… Y es que, tal y como decía el jesuita Tomás Morales, -especial formador de la juventud durante muchos años-, “al joven, si se le pide poco, no da nada; si se le pide mucho, lo da todo”.

Nuestra sociedad actual nos ofrece numerosas oportunidades para vivir desde la mediocridad y el relativismo, para poner nuestro corazón en esos valores pasajeros, obviando lo realmente importante, aquello que quizás nos haga mejores personas, hombres y mujeres plenos con ansias de felicidad.

Sin entrar en reflexiones filosóficas o teológicas, me gustaría que pensáramos, -cada uno desde su situación concreta-, en las etapas que vamos viviendo, en cómo actuamos y lo que han supuesto en nuestras vidas. Quizás uno de los regalos más preciados es el de la gente que hemos conocido en nuestro caminar de cada día, personas que han dejado cierta huella en nuestras vidas. Por eso, es importante mantener y mimar este hermoso legado, como pilares fundamentales para la vida. Ya lo dice el proverbio, “quien tiene un amigo, tiene un tesoro”.

Termino con unas hermosas palabras que hace varias décadas escribió mi abuelo Cándido en una de las paredes de la bodega (Baltanás, Palencia): “El tiempo pasa, la vida es corta, aprovecha esta ocasión por si acaso no hay otra”. Aprovechemos, pues, las oportunidades que la vida nos va ofreciendo, como medio de dar lo mejor de nosotros mismos, como maravilloso don al servicio de una sociedad en la que creemos como motor de transformación del mundo. Esa verdadera vocación periodística, como muchas veces hemos escuchado en las clases, debe reflejarse en esa definición aportada por el profesor Gabriel Galdón, en la que recuerda que el Periodismo es “ese saber prudencial que consiste en la comunicación adecuada del saber sobre las realidades humanas actuales que a los ciudadanos les es útil saber para su actuación libre y solidaria en la sociedad”.

Comenzamos, pues, una nueva aventura, un camino en el que utilizamos como herramienta la palabra escrita para compartir, para dialogar, para transformar el mundo. Y todo ello aprovechando el momento presente y dando lo mejor de nosotros mismos. ¡Merece la pena intentarlo!