La Brevedad de la Vida

El tiempo pasa veloz, y ya estamos a punto de finalizar el mes de Octubre; un mes complejo, marcado por la adaptación y la vuelta a lo cotidiano. No obstante, también es cierto que nos gusta encontrarnos con esos amigos del trabajo o la escuela, esas personas con las que hemos pasado tanto tiempo, con las que nos hemos desahogado y a las que hemos confiado nuestros sinsabores y alegrías…

El día 1 de Noviembre celebramos la Festividad de Todos los Santos, y por ello creo que es un buen momento para reflexionar sobre la vida, sobre la brevedad de nuestro peregrinar terreno.

Analicemos por un momento, aunque parezca macabro, algunos elementos que acompañan a la muerte de un ser querido. El primero de ellos es el color negro, “el ponerse de luto”, algo que todavía se conserva en muchos lugares de nuestro país. Ese color nos recuerda la tristeza y el dolor de haber perdido un ser querido. El tañido de las campanas se vuelve frío y triste, nos sumerge en una profunda melancolía. Otro dato significativo es el velatorio del difunto y lo que conocemos como “pésame”, que es la manifestación de aprecio y estima hacia la familia.

En mi pueblo (Baltanás, Palencia) existía una tradición muy curiosa, propia de la noche de las Ánimas, ya que a lo largo de varias horas, los monaguillos tocaban a muerto. Ese tañido, ese “tam-tam” triste y melancólico era muy penetrante. Esta tradición de antaño, ha quedado en el recuerdo de los más mayores. Hasta hace unos años -es algo que he hecho en numerosas ocasiones-, unas horas antes del funeral se “hacía la señal” para avisar de que algún miembro de la Comunidad había fallecido, para que así todos los vecinos pudieran enterase y acudir a despedir a ese pariente, a ese amigo, a ese vecino.

En estos días, y especialmente durante el mes de Noviembre, se suceden las visitas a los Cementerios. Nuestra gente lleva flores, símbolo de Primavera, de Resurrección. La flor nos recuerda la frescura, el renacer a la Vida con mayúscula. Siempre he oído a nuestros mayores, especialmente a mi abuela Evelia, aquello de “una flor se marchita, una lágrima se evapora y una Oración llega al Cielo”. Tengamos presente esto, ya que es un dicho popular que debe hacernos pensar y reflexionar sobre nuestro actuar. Y también me parece sorprendente la plegaria de muchos mayores: “Señor, dame poco mal y buena muerte”. Esta súplica nos muestra el temor que todos tenemos a la agonía lenta y al sufrimiento. Y quiero recordar unas palabras que siempre me repetía mi abuela Juliana: “rezo también por los pobres difuntos que no tienen a nadie que les rece, por aquellas almas que están olvidadas”. Son días intensos para recordar con agradecimiento a los que ya no están con nosotros, a los que han partido de este peregrinar terreno,… Sabemos que el recuerdo de los nuestros está siempre presente, pero de alguna manera se exterioriza más en estas fechas, que son un buen momento para recordar, pasar por el corazón, todas esos momentos y vivencias compartidos,… Ciertamente «el agradecimiento es la memoria del corazón».

En estos días, recobra especial relevancia el insigne poeta palentino Jorge Manrique, que en sus Coplas hace una reflexión sobre la brevedad de la vida y la fugalidad de los bienes materiales. Ante todo esto hemos de preguntarnos si, en el día a día, nos estamos preparando para la muerte. Es difícil, pero hemos de concienciarnos de que este paso definitivo también llegará a nosotros…