Tiempo de Gracias…

El 5 de Octubre la Iglesia celebra las Témporas de Acción de Gracias y de Petición, siguiendo una antigua tradición muy ligada a nuestro mundo rural. En España se celebra en esta fecha, una vez finalizado el tiempo de Verano, ese tiempo de recolección de los frutos y también del descanso, a la vez que se inicia un nuevo curso, una nueva etapa. Por eso esta celebración varía en los países en función de sus estaciones. «Las Témporas -dice el Misal- son días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual».

Hoy me gustaría reflexionar sobre el valor de la acción de gracias. Varios pensadores, con los que me identifico plenamente, señalan que «el agradecimiento es la memoria del corazón». ¡Cuántos motivos tenemos en nuestro día a día para dar gracias, cuántas personas con las que ser agradecidos!. Y es que, cada día, encontramos a personas y entidades que trabajan para hacernos la vida más agradable, aunque a veces no caigamos en la cuenta de ello. Sería complicado enumerar a todas y podríamos caer en el olvido de algún oficio y profesión, pero basta pensar en nuestro día a día para descubrir a cantidad de personas que nos hacen más fácil la vida. Y lo mismo sucede con todas esas personas, colectivos y entidades que intentan colaborar en la construcción de un mundo mejor, de la nueva civilización del amor. Trabajan de manera altruista por nuestros pueblos y comunidades, por mantenerlos vivos, por mejorar su entorno, por ofrecernos unos servicios de calidad, por abrirnos los ojos a otras realidades del mundo, por despertar esa chispa de solidaridad hacia los que más lo necesitan…

Nuestra tradición rural ha entendido muy bien la importancia de dar gracias al Creador por las cosechas y la recolección de frutos en estas fechas, a la vez que Le encomiendan todos los esfuerzos, trabajos y desvelos de los próximos meses. Precisamente nos encontramos en plena vendimia y recolección de los distintos frutos de nuestros árboles y huertos, preparando también el terreno para la próxima sementera. A ello se une el comienzo del curso académico y de diversas actividades, lo que nos proporciona un crecimiento íntegro. Nos movemos en lo cotidiano de la vida, que también nos ofrece numerosas oportunidades para realizarnos personalmente, para construir nuevos horizontes, para caminar por nuevas sendas, para ser agradecidos… Ya llegará el tiempo del merecido descanso y de la recolección de frutos.

Confío en que en esta jornada podamos dar gracias al Creador por la vida, por la familia, por los amigos, por la Iglesia, por tantos momentos y tantas cosas que marcan nuestro propio caminar… Un día para dar gracias también a las personas cercanas, a aquellos que nos hacen más agradable la vida, que nos ayudan en nuestro caminar diario. No se trata de grandes hazañas, basta con un simple gesto en forma de sonrisa, abrazo, apretón de manos,… para mostrar nuestra gratitud.

Encontramos numerosas manifestaciones musicales que dan gracias al Creador, a la vida, a las personas. Hoy queremos despedir esta sencilla reflexión con un clásico chileno compuesto por Violeta Parra en 1966 -‘Gracias a la vida’- y que se ha convertido en un ‘himno humanista’ con carácter universal:

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día, grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abedecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
Madre, amigo, hermano y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano;
cuando miro al bueno tan lejos del malo,
cuando miro al fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.