Velada «Pre-Navideña»…

Hoy es una de esas noches en las que uno se va con buen sabor de boca a la cama. Como cada año desde hace ya un tiempo, el último sábado de Noviembre nos hemos reunido para cenar un grupo de Antiguos Residentes. Esa cena pre-navideña es la perfecta disculpa para encontrarnos, para ponernos al día de nuestras vidas, para interesarnos por nuestras cosas… En definitiva, es un momento perfecto para compartir, para recordar, para vivir,… Una jornada en la que también recordamos a los más íntimos del grupo que, por diversos motivos, no han podido acudir a la tradicional cita anual… Cada uno aporta lo que sabe de ellos después de alguna llamada, encuentro o «whatsappeo». Pero también es un día de recordar, pasar por el corazón, a todas esas personas que un día se cruzaron en nuestro camino y que, de una u otra manera, marcaron algo en nosotros. Con el paso del tiempo, uno tiende a recordar con más gratitud, olvidando aquellos momentos amargos o difíciles de la propia convivencia. Y así, durante varias horas, hemos recordado a muchas personas, anécdotas y otros detalles que hacen que la jornada sea muy especial para todos. Una velada que hemos prolongado en casa, ya en un ambiente más familiar y distendido…

Y también hemos compartido proyectos de presente y futuro, poniéndonos al día, compartiendo ilusiones, tendiendo la mano a los que peor lo están pasando,… Una velada en la que también hemos arreglado el mundo a nuestra manera. Porque hoy las cosas no son fáciles y en el fondo del corazón de todas las personas está el deseo y anhelo de felicidad, de trabajar por un mundo mejor,… Qué bueno si el día de nuestra partida podemos decir que hemos dejado un poquito mejor el mundo de lo que lo hemos encontrado. En nuestros corazones jóvenes, como ha quedado patente en el encuentro, está ese deseo de cambiar el mundo, de esforzarnos por construir y edificar desde el amor y el servicio,… Cada uno desde su situación concreta y desde perspectivas y planteamientos muchas veces diferentes, pero siempre movidos por el deseo de un mundo mejor. Esa vocación de servicio, cada uno desde su profesión y misión, es algo que muchas veces falta en nuestro mundo. Y es algo cada vez más necesario para recuperar esa humanidad a veces perdida, esa confianza en el ser humano,…

En ocasiones, los días previos a la Navidad y el propio tiempo navideño nos regalan momentos mágicos. Son fechas propicias para el encuentro, para compartir, para la ilusión. Es la magia de la Navidad que tiene su centro en el Misterio de Belén. Ese Pesebre que nos une y que nos permite disfrutar de encuentros compartidos, que nos llena de ilusión para trabajar por un mundo mejor,…

Me voy a la cama con una sensación de paz muy especial. He vivido una velada muy agradable, donde he compartido mi tiempo y mi amistad con esos amigos auténticos, con esas personas que van acompañando mis pasos, alegrándose con mis pequeños éxitos y tendiéndome la mano en los momentos de dificultad, escuchándome cuando necesito desahogarme o apoyándose en mí cuando necesitan aliento,… Y así es la propia vida y así vamos haciendo camino, ampliándose esta «pequeña-gran familia de la Resi» con las nuevas parejas o los niños que van llegando al grupo,… Todos tienen cabida y forman parte, de alguna manera, de ese núcleo de amistades que se ha forjado en una etapa muy especial de nuestras vidas,… Y es que, cuando uno sale de su casa con 18 años y tiene la suerte de encontrarse con este tipo de personas llegadas de distintos puntos de España, sabe que le van a acompañar siempre… Por ello, es muy importante cuidar a estos amigos, estar atentos a sus necesidades y tomarse la molestia de hacer camino juntos, propiciando encuentros como el vivido esta noche… Porque ciertamente «quien tiene un amigo tiene un tesoro».

¡Gracias por estar a mi lado y hacerme partícipe de vuestra amistad!

Sobre la Amistad…

Hace unos días tuve un encuentro con un grupo de amigos con los que, en una determinada época de mi vida, compartí muchos y buenos momentos. Solemos vernos con cierta frecuencia y hacemos un esfuerzo por ello, porque sabemos que la propia inercia de la vida a veces dificulta estos encuentros. En ocasiones, también mantenemos cierta comunicación, no la que debiéramos, a pesar de que se supone que «estamos más conectados y comunicados que nunca».

Fue una cena entrañable, pero reconozco que me dejó un sabor agridulce. Durante la velada, varios amigos comentaron algunos de los hechos por los que han pasado recientemente o que están viviendo en estos momentos, marcados muchas veces por experiencias dolorosas de muerte y enfermedad. Reconozco que me quedé sin palabras, pues lo cierto es que desconocía muchas de esas noticias que han sucedido en un intervalo relativamente corto de tiempo. Y a veces, por no incomodar o preocupar al prójimo, optamos por llevar estas dolencias en silencio, dejándolas para nosotros. Lógicamente se une a que, la propia vida, en ocasiones nos hace obviar que esto puede estar pasando a nuestro alrededor y nos conviene deternenos por unos instantes para tender la mano a los que caminan a nuestro lado.

Reconozco que el viaje de regreso a mi casa fue doloroso y que me costó conciliar el sueño, pues pensé largo y tendido en cada uno de mis amigos, en las situaciones por las que están pasando y la manera en la que puedo ayudarles. Como católico, creo que la oración es un modo de estar unidos, pero creo que hay que dar un paso más y acompañar, desde el silencio y la cercanía, a estas personas. Estar atentos a sus necesidades, tenderles la mano para que siempre que lo necesiten puedan agarrarse a ella. A veces es bueno ofrecerse y exteriorizar aún más la amistad, aunque sepan que siempre pueden contar con nosotros.

Y la noche me llevó a pensar en tantas personas como se cruzan en nuestro camino, en nuestras vidas… Personas que vienen y van, personas que permanecen siempre nuestro lado, personas con las que compartimos nuestro caminar de cada día… En ocasiones, por pereza o por el ritmo acelerado de la vida, nos olvidamos de caminar a su lado, apareciendo únicamente en momentos estelares. Tal vez debemos hacer un ejercicio profundo de reflexión, pensando en cómo es nuestra relación con las personas que tenemos a nuestro lado, con nuestros familiares y amigos,… Desde hace unos días, resuenan en mi corazón algunas preguntas que me hago y que os invito a pensar: ¿A quién consideramos amigos de verdad? ¿Cómo cuidamos esas amistades? ¿Son reales o interesadas? ¿Nos conformamos con una visita de cortesía de vez en cuando? ¿Es posible mantener viva la amistad con un simple «WhatsApp»? ¿Me preocupo de quedar con la gente que me importa o me acomodo a alguno de los planes que se organizan de vez en cuando, casi siempre por las mismas personas? Por todos es conocida la frase «a ver si nos tomamos algo», fruto de un encuentro esporádico, a sabiendas que ese momento no llegará. Éstas y otras muchas cuestiones rondan en mi cabeza y en mi corazón y sigo dándolas vueltas, intentando ver cómo puedo cuidar mejor las amistades que de verdad me importan, analizando otras relaciones que se van diluyendo en el camino,… Ya sabemos que «quien tiene un amigo tiene un tesoro» y esto se hace realidad, de manera especial, en momentos intensos de gozo y dolor, porque el verdadero amigo debe estar «a las duras y a las maduras».