Juguetes y Más Juguetes…

El valor educativo del juguete va dejando paso a las nuevas modas e inventos para esos niños que no satisfacen sus deseos de tener y tener. La televisión, desde hace unos meses, nos invade con sus anuncios, con esas imágenes de bebés que defecan, comen, lloran, hablan, hacen cálculos… Los mecanismos y plásticos han ganado el campo a los juguetes tradicionales, a esos “regalos de toda la vida”.

Tal vez, en muchos casos, el mejor regalo que los padres pueden hacer a sus hijos es el tiempo, es decir, dedicarles tiempo para jugar, estudiar o, simplemente, para charlar. Vivimos en la sociedad del estrés, donde lo que se busca generalmente es sobresalir de los demás, a la vez que se persigue un propio bienestar. Los hijos, por diversos factores, han pasado en muchos casos a un segundo plano. Ya no se les dedica tanto tiempo como antes, pues la situación es muy distinta a la que pudimos vivir nosotros o nuestros padres. El diálogo intergeneracional, cuando vivían en las casas los abuelos y tíos solteros, también se ha perdido. La proliferación de residencias de ancianos y centros de días ha hecho que se pierda ese diálogo con estas personas que tienen una sabiduría especial, la propia de las experiencias vividas a lo largo del tiempo.

Mi invitación en este día se dirige a recuperar esos juguetes de antaño, juguetes que tanto bien nos han hecho y con los que tanto hemos aprendido. Juguetes que además podían pasar de unos hermanos a otros sin ningún problema. Y juguetes, valga la redundancia, que utilizábamos en conjunto, con un grupo de amigos. Las nuevas tecnologías y mecanismos, así como el cambio en el concepto de familia, han propiciado la aparición de juguetes individuales, que nos evaden de la realidad y nos sumergen en un mundo insólito.

Ojalá esta Navidad sea muy especial, donde aprendamos a valorar la vida, con su sencillez, con los rostros inocentes de nuestros niños, de esos niños que lloran incansablemente hasta que consiguen aquello que con tanta ilusión han pedido; aunque a los pocos días pase al armario de los juguetes olvidados. Que de verdad la imaginación sea el principal juguete de nuestros niños y que los padres descubran en el tiempo su mejor regalo para los pequeños de la casa.