Si miramos a la meseta, a los campos de las dos Castillas, podemos deducir que estamos de recogida. Desde varias semanas, los agricultores están cosechando sus campos de cebada y de trigo, esos campos que han ido cuidando con mimo y mucho cariño a lo largo de todo un año. El fruto es abundante, tal y como se esperaba. Sublime vocación la del labrador, que ha de tener una actitud paciente y debe mirar al cielo, mirar a lo alto y esperar a que el tiempo venga apropiado para los campos.
Pienso que la actitud de la espera es muy noble, pues el agricultor mira a lo alto y pone muchas veces su confianza en Dios. Es una actitud de fe que en ocasiones no entendemos, pero que se ha ido transmitiendo de generación en generación. Por eso, en muchas localidades de España se celebran diversas fiestas y procesiones con un fin de agradecimiento por los beneficios recibidos. Pero en ocasiones, las rogativas y novenas también marcan a nuestras gentes, pues acuden a ese Dios para pedirle las lluvias abundantes en época de sequía, la desaparición de pestes y plagas cuando éstas asolan los cultivos…
En fin, que esta actitud también va de la mano de las gentes del mar, que en ocasiones salen a pescar y vuelven con las redes vacías. Es una actitud de confianza en el mar, de confiar también en uno mismo con el fin de obtener una pesca abundante. Hoy, 16 de Julio, celebramos la festividad de la Virgen del Carmen, una fiesta muy entrañable para los pescadores, para esas familias que tienen puesta su esperanza en la Patrona del Mar.
Mi recuerdo sencillo en este día para estas gentes, para estos hombres y mujeres que en estos meses de verano trabajan de una manera especial recolectando lo sembrado y pescando el alimento de nuestras gentes.